Educando HOMBRES y MUJERES de PAZ y BIEN

Camino cuaresmal 2019

 
San Francisco de Asís y la Ceniza
 
Con toda la Iglesia Católica, desde el "miércoles de ceniza” estamos caminando por el tiempo de Cuaresma para prepararnos a celebrar como creyentes la "Fiesta de las Fiestas”: la Pascua de Jesucristo, el Hijo amado del Padre Dios, quien padeció, murió y resucitó por amor a nosotros y para nuestra salvación.

Por tal motivo, desde la Evangelización de la educación (Pastoral), hacemos una fraterna invitación a toda la familia gemellista para que permitamos al Espíritu Divino, que entre en nuestro ser y esté presente en todo el obrar nuestro, de tal manera que vivamos con gozo, escucha y testimonio la próxima Pascua, la celebración central de nuestra fe. Que tengamos en la mente y en el corazón, la gran enseñanza del hermano san Francisco de Asís, quien consciente de su humana condición de pecado y debilidad, sabía hacer suya la oración del salmista invocando la misericordia y el perdón de Dios: 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado…
Tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces!
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme,
devuélveme la alegría de tu salvación!
Salmo 50 

De una predicación que les hizo el padre san Francisco de Asís a las Damas pobres, las Hermanas Clarisas, más con el ejemplo que con la palabra

Estando en el Convento de san Damián [el padre san Francisco], e incitado con incesantes súplicas de Fray Elías, a que expusiera la Palabra de Dios a las hijas [las Damas Pobres, es decir, las hermanas Clarisas], vencido al fin por la insistencia, accedió. Reunidas, como de costumbre, las Damas para escuchar la Palabra de Dios y no menos para ver al padre Francisco, comenzó éste a orar a Cristo con los ojos levantados al cielo, donde tenía puesto siempre el corazón. Ordena luego que le traigan ceniza; hace con ella en el suelo un círculo alrededor de sí y la sobrante se la esparce en la cabeza. Al ver ellas al bienaventurado padre que permanece callado dentro del círculo de ceniza, un estupor no leve sobresalta sus corazones. De pronto, se levanta el santo y, atónitas ellas, recita el salmo 50: "Dios, misericordia de mí” ; fue toda su predicación. Terminado el salmo, sale afuera más que de prisa. 
 
 

Ante la eficacia de esta escenificación fue tanta la contrición que invadió a las siervas de Dios [Hermanas Clarisas], que, llorando a mares, [comprendieron toda la enseñanza que tan plásticamente, el padre san Francisco les había impartido].

Tomás de Celano, segunda biografía de san Francisco de Asís, número 207; documento año 1246.

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