Educando HOMBRES y MUJERES de PAZ y BIEN

800 años del Diálogo-Encuentro entre el hermano san Francisco y el Sultán (1219-2019)N

En mayo de 1219 en la gran solemnidad de Pentecostés, los frailes reunidos en Capítulo general evaluaron las decisiones y conclusiones de las anteriores asambleas capitulares planeando nuevas actividades de misión: el Evangelio de Jesucristo debe ser proclamado entre otros pueblos y culturas, así este compromiso incluya la propia vida; por esto Francisco junto con otros hermanos deciden ir hacia los musulmanes y llegan a Damieta, ciudad de Egipto sobre el mar Mediterráneo en la rivera del rio Nilo, en donde acampan los ejércitos cristianos de la quinta Cruzada (1215-1221); una vez allí, iniciando la segunda mitad del año de 1219 y habiendo informado al Cardenal legado pontificio, decide el hermano Francisco separarse de los ejércitos de la Cruzada, la espada no es el único medio de llevar la Cruz y con fray Iluminado de Rieti, se propone llegar hasta el mismo sultán Muhammad al-Malik-al-Kámil(1177-1238), para presentarle el Evangelio, invitándolo a él y a su pueblo a recibir a Jesucristo, "fuerza y sabiduría de Dios”. 

El sultán hombre culto, de escucha y dispuesto al diálogo; queda sorprendido del convencimiento, del ánimo; de la libertad, riesgo y fervor con que el fraile que está ante él, presenta la fe de los cristianos, que con admiración y respeto lo recibe como huésped haciéndole grandes ofrecimientos; ofertas que el hermano Francisco rechaza, ya que sólo para él hay un interés válido: que los infieles conozcan la gran noticia del amor misericordioso de Dios Padre y acepten a su Hijo santísimo, quien por obra del Espíritu Santo, se encarnó en el vientre de María virgen y por su obediencia y entrega hasta la cruz, es el salvador de todos.  

Después de haberse encontrado con el sultán de Egipto y Siria, viviendo unos días entre los musulmanes, el hermano Francisco y fray Iluminado regresan al campamento de los cristianos, en las cercanías de Damieta, ciudad sitiada por los cruzados; sin conseguir ni la conversión del sultán, ni tampoco el martirio, que era la profunda aspiración del hermano san Francisco: "dar la vida por Jesucristo, quien por amor, en la cruz murió por mí”.

PageGear Stats